El perfume adecuado para una cita. Se habla mucho del perfume ideal, el que te va bien, el que pega con tu personalidad, vamos, el de toda la vida. Ese que te pusiste un día y alguien importante te dijo: que bien hueles, y nunca más cambiaste por temor a que el nuevo perfume que te atreviste a comprar termine creando telarañas en la estantería del baño.

Se podría hablar cientos de líneas de las bondades de ese perfume que parece hecho para ti, pero para que hacer algo así, si tú ya sabes que impresión va a dar cuando alguien te huela por primera vez.

También se podría hablar y mucho, de el perfume adecuado, el que lleva esa o ese que tú ya sabes, y cada vez que está cerca de ti o pasa por tu lado te entra una envidia sana y corres directo a comprarlo, esperando que alguien sienta lo mismo que tu cuando perciba esa fragancia.

Aunque eso signifique tener que preguntarle a esa persona, conocida o desconocida, amiga o no, bueno, en ese caso ya nos buscaremos la vida para preguntarle a algún conocido mutuo que nos ponga al día de lo que usa, no vaya a ser que sepa que nos cae fatal pero nos encanta como huele.

El perfume adecuado

Las citas que se parecen

El caso es, que aparte de dejarnos llevar por los anuncios de tal o cual perfume, solemos funcionar muchas veces por símiles contrastados, el primero que nos dijeron que bien nos quedaba, el que lleva tal persona que nos encanta como huele, el que usa algún famoso, en fin, siempre sobre seguro.

Y digo yo, ¿seducir no es atrevimiento, aventura, fantasía, ensoñamiento, ardor y mucha coquetería?, pues que gracia tiene atraer solo a personas que les guste ese perfume o fragancia, no es eso una forma de seleccionar sin quererlo y obligar a nuestro seducido a comulgar con lo que hay y si no carretera.

A quien no le ha pasado, conocer a alguien que te atrae pero su perfume ataca con crueldad a tu sentido olfativo, y claro, quien se atreve en una primera cita o acercamiento a decir que “me gustas mucho pero tu perfume me rompe los esquemas”. Una frase así hace temblar cualquier momento mágico.

Seguiremos hablando de ello en futuros artículos porque resulta sorprendente como, sin quererlo, nos condicionamos a nosotros mismos con clichés que no nos hacen ningún favor a la hora de seducir a alguien con nuestro aroma.